¿Qué son los alimentos transgénicos?

A pesar de que el tema de los alimentos transgénicos recibe una gran atención constante, fue en la década de los 70 cuando empezaron a introducirse en el sector agroalimentario técnicas que permiten incorporar nuevos caracteres genéticos en los seres vivos. ¡Toma nota del siguiente concepto! La Unión Europea define a los OMG (Organismos Modificados Genéticamente), con excepción de los seres humanos, como organismos cuyo material genético ha sido modificado de una forma que no se produce naturalmente en el apareamiento ni en la recombinación natural.

Los alimentos transgénicos son aquellos en los que están presentes los mencionados OMG. Se utilizan en la mejora de la producción de alimentos incorporando a estos organismos nuevas cualidades especiales. Aumento de la productividad, mejora de la calidad de los productos o de la resistencia frente a agentes externos (meteorología, plagas o enfermedades, son algunos de sus fines. En definitiva, permiten acortar plazos y seleccionar objetivos de cada técnica.

¡Son muy diversas sus estrategias de actuación! Por ejemplo, se aumenta la resistencia de variedades a determinados herbicidas o se incrementa la resistencia frente a plagas. Los principales cultivos transgénicos son soja, maíz, algodón y colza. Digamos que son, prácticamente, el 100 % de este tipo de cultivos.

La presencia de OMG o de sus derivados en la cadena alimentaria abre un considerable debate. Frente a quienes los ven como una solución a la demanda de alimentos, se encuentran aquellos que indican riesgos para la salud, el equilibrio de los ecosistemas o la socioeconomía de los productores convencionales.

Por un lado, la utilización de OMG para la obtención de alimentos transgénicos aporta una serie de ventajas. En este sentido, aumentan los beneficios agrícolas, con una mayor producción y calidad, protección mejorada contra enfermedades y plagas. También, se da la reducción del uso de pesticidas y una mayor tolerancia a tratamientos fitosanitarios, como herbicidas. En consecuencia, se logra la disminución del desperdicio alimentario al incrementar las condiciones de cultivo, recolección, almacenamiento, transporte y comercialización. Además, este tipo de alimentos proporcionan mejoras nutricionales y organolépticas, es decir, de su sabor, textura, olor, color, con beneficios para los consumidores.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) incide especialmente en las ventajas para la productividad agrícola. Pone el foco en la mayor resistencia a los agentes externos o el incremento del valor alimenticio en cultivos como el arroz y el trigo. Igualmente, entre otros, resalta mejoras ambientales, desde una perspectiva integradora, en el empleo coordinado con otras tecnologías biológicas, a la vez que disminuye la demanda de productos agroquímicos para apoyar o preservar las producciones agrícolas.

La propia FAO es proclive al empleo conjunto de diversas biotecnologías en los sistemas de producción de alimentos. Así, destaca su potencial para reducir el hambre y la pobreza. Se trata de la incorporación de nuevas estrategias a la hora de satisfacer los requerimientos de una población en un entorno cada vez más urbanizado y en continuo aumento, facilitando la sostenibilidad del planeta.

Por otro lado, la utilización de estos productos plantea posibles riesgos que deben ser valorados, reducidos, e incluso evitados, y, en todo caso, controlados y comunicados. Así, diversas ONG inciden en el riesgo de alergias, asociados a los fitosanitarios empleados; a la falta de información sobre el origen; los riesgos de efectos acumulativos y a largo plazo en la salud. Además, inciden en los efectos de la introducción incontrolada en la cadena alimentaria de productos con OMG o riesgo de contaminación cruzada en los alimentos convencionales. Dada esta situación, reclaman un mayor número de estudios independientes sobre tales riesgos.

Del mismo modo, debe ser motivo de prevención y control los efectos negativos de los alimentos transgénicos en los sistemas productivos locales. Este hecho, por ejemplo, puede causar la eliminación de variedades convencionales. En este sentido, también es interesante señalar que Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá e India son los grandes productores de alimentos transgénicos. Aunque las leyes europeas son menos permisivas, y pese a la falta de consenso de beneficios o perjuicios, en Europa parte del ganado consume piensos elaborados con OGM producidos en países donde su cultivo está autorizado. ¡La evaluación y comunicación del riesgo por diversas autoridades es fundamental para determinar qué alimentos son seguros para la salud humana y para el medio ambiente!